No es que no quiera expresarme, solo que temo no saber cuándo callar. El eco de un solo crepitar llenaría mil páginas: Ær y la distancia y el renacer, la cacería y la libertad, la soledad y el camino, el desierto y los conjuros, los símbolos, la noche y sus historias... el olivo, la plata y el ámbar.
A veces crear se parece mucho a recordar; se parece a conocer por primera vez lo que es perpetuo y está vivo; no tiene dueño y es fiel a su origen.
La sinceridad nunca es cobarde. Aunque prefiero devorar con la vista, quebraré el momento.
sábado, agosto 26, 2006
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