martes, octubre 31, 2006

Resonares

A veces recuerdo las almas heridas. Juro que hice todo cuanto pude, lo entregué todo. A veces recuerdo la severidad de la muerte, el sabor a litio, la sensación del ácido. Me dejo invadir por hordas de vacío, niebla salada que hace efímeros los encuentros. Nunca habré de ceder ante la inmensidad o ante la aparente imposibilidad, pero no hay lucha que valga contra una verdad ajena.
A veces me siento junto a los ríos que forman las palabras y sueño con las voces silenciadas. A veces me despojo de mí mismo y me encuentro al descubierto. A veces me pierdo en el ensueño de la gloria carmesí y sus paisajes apocalípticos, pero cada día termina con volver al silencio y las sombras.
Paso las noches minando sueños y cribando tristeza, reviviendo los mitos de la bestia irrefrenable, encarnando sus hombros perforados por cadenas. Paso los días mirando a todas las criaturas desde lejos, ignorante de la voz que despierte la conexión con sus esencias.
A veces no es valentía aquello que mueve mi sangre, sino el ardor de la bestia, rebosante de ira y a punto de escapar.

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