A veces recuerdo las almas heridas. Juro que hice todo cuanto pude, lo entregué todo. A veces recuerdo la severidad de la muerte, el sabor a litio, la sensación del ácido. Me dejo invadir por hordas de vacío, niebla salada que hace efímeros los encuentros. Nunca habré de ceder ante la inmensidad o ante la aparente imposibilidad, pero no hay lucha que valga contra una verdad ajena.
A veces me siento junto a los ríos que forman las palabras y sueño con las voces silenciadas. A veces me despojo de mí mismo y me encuentro al descubierto. A veces me pierdo en el ensueño de la gloria carmesí y sus paisajes apocalípticos, pero cada día termina con volver al silencio y las sombras.
Paso las noches minando sueños y cribando tristeza, reviviendo los mitos de la bestia irrefrenable, encarnando sus hombros perforados por cadenas. Paso los días mirando a todas las criaturas desde lejos, ignorante de la voz que despierte la conexión con sus esencias.
A veces no es valentía aquello que mueve mi sangre, sino el ardor de la bestia, rebosante de ira y a punto de escapar.
martes, octubre 31, 2006
sábado, octubre 21, 2006
Ópalo y agua
No es el espíritu quien me provoca, sino la excusa quien me libera: estoy hecho de miel y desastres. En tierras de arena y dioses desmembrados, soy el mensajero que se enfrenta al viento.
En las lomas sembradas soy orgullo que mira al norte. Llevo las manos agrietadas de sentencias sin pecado y deseos de olvido. A la cintura llevo reliquias de civilizaciones perdidas: amuletos de gemas antiguas, aliento del Leviatán, pergaminos prohibidos y un pañuelo de lino.
Al acecho de las promesas vacías, me embriago en los párpados rosáceos y los ojos de estanque. Bajo esos ojos existen las bestias de los mitos y solo yo lo sé. Solo yo conozco su nombre. Un encuentro es coincidencia, dos son deseo, pero el tercero... el tercero es conjuro.
En las lomas sembradas soy orgullo que mira al norte. Llevo las manos agrietadas de sentencias sin pecado y deseos de olvido. A la cintura llevo reliquias de civilizaciones perdidas: amuletos de gemas antiguas, aliento del Leviatán, pergaminos prohibidos y un pañuelo de lino.
Al acecho de las promesas vacías, me embriago en los párpados rosáceos y los ojos de estanque. Bajo esos ojos existen las bestias de los mitos y solo yo lo sé. Solo yo conozco su nombre. Un encuentro es coincidencia, dos son deseo, pero el tercero... el tercero es conjuro.
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