
No volveré a mirar como miro hoy, ni a razonar las ideas presentes. No habrá de volver este aire a mi cuerpo, ni esta noche a mi tiempo. Adoro este perfecto mecanismo de ironía y desolación. Lo adoro por el vacío que carga, por la emoción que consume, pero sobre todo, lo amo porque soy capaz de devorarlo con el alma y saber que son los detalles, las sutilezas de la existencia, las que construyen su grandeza.
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Y esta noche, duermo con el gusto fresco de un detalle de ojos grandes y las caricias de sus dedos.
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